"Un ejército sin espías es como un hombre sin ojos y sin oídos"
Chia Lin, citado por el maestro Sun Tzu en "El arte de la guerra"
Estatuas de Bill Clinton, calles con el nombre de George Bush, ingresos per cápita miserables y grupos del crimen organizado que trafican armas, personas y órganos son algunos de los sellos más negativos de Kosovo, el país autogobernado donde la OTAN mantiene sus bases militares muy cerca de Serbia y, por supuesto, de Rusia.
El 24 de marzo de 1999, las fuerzas armadas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) bombardearon la hoy extinta Yugoslavia con el fin de evitar que las autoridades serbias —el pueblo dominante de la convulsa región yugoslava— cometieran un genocidio en contra de la comunidad albanesa y musulmana de Kosovo. Lo que siguió fue una cruenta guerra que dejó miles de civiles muertos y un territorio idóneo para que Occidente, específicamente Estados Unidos, se instalara en suelo kosovar para desplegar sus intereses estratégicos en la zona de Los Balcanes.
Aunque Kosovo obtuvo su independencia en 2008, ni la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ni muchos países del mundo la reconocen como un Estado-nación. Por el contrario, organizaciones como Amnistía Internacional y periodistas de diferentes latitudes han reportado que este lugar es un caldo de cultivo para la delincuencia organizada y el paramilitarismo: consecuencias directas que dejó la intervención militar estadounidense en las Guerras Yugoslavas (1991-2001) bajo la ya conocida justificación de llevar la democracia a supuestas tierras socialistas sin libertades.
Sin embargo, hay un interés que mantiene Washington en Kosovo desde 1999: establecer bases militares que, de algún modo, cerquen a dos países que, históricamente, ha visto como rivales en la lucha geopolítica por el poder mundial: Rusia y Serbia, dos aliados históricos, aseguran en entrevista expertos consultados por Sputnik.
«Kosovo siempre ha sido una piedra en el zapato para Serbia, que a su vez es uno de los aliados estratégicos más importantes de Rusia. Por eso, desde su independencia en 2008, Kosovo ha sido apoyado a gran escala por la OTAN y su principal patrocinador: Estados Unidos», explica Eduardo Palacios Cabrera, internacionalista y miembro del Centro de Estudios de Países Post-Soviéticos, con sede en Moscú.
Un posible conflicto en el corazón de Europa
Kosovo vuelve a ser noticia en todo el mundo luego de que, a inicios de agosto, crecieran las tensiones entre el Gobierno de primer ministro kosovar, Albin Kurti, y la Administración del presidente serbio, Aleksandar Vucic. ¿La razón? Kosovo se empeña en obligar a los ciudadanos serbios que viven en su territorio a que cambien sus matrículas y papeles de identificación oficiales para poder transitar libremente. Desde hace muchos años, miles de serbios trabajan y residen en suelo kosovar.
Ante esta situación, Belgrado ha mostrado su preocupación por los recientes acercamientos entre Kosovo y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que incluso amenazó con intervenir en la región «si se pone en peligro la estabilidad en el norte de Kosovo», un hecho que fue considerado como intimidante por las autoridades serbias.
«Recordemos que, hace más de 20 años, la OTAN, de la mano de Washington, intervino en Kosovo no sólo para detener un genocidio, sino para que Kosovo se independizara totalmente de Serbia, que siempre ha sido el país más fuerte de los Balcanes. De alguna manera, este conflicto kosovar, igual que muchos otros, es el resultado de una Guerra Fría que no termina y que confronta a Estados Unidos con las naciones que ya no quieren aceptar su hegemonía [como Rusia, China o Serbia, por ejemplo]», señala Palacios Cabrera, quien también ha publicado ensayos sobre Europa del Este y Asia Central para el Foro Internacional del Centro de Estudios Internacionales (CEI) del Colegio de México.
Pese a que la Unión Europea (UE) ha tratado que Serbia y Kosovo lleguen a un acuerdo que prevenga un conflicto, la realidad es que todavía no se alcanza ninguno e incluso la OTAN sigue desplegando a sus tropas de la llamada Fuerza Internacional de Seguridad. El presidente serbio ha respondido de forma categórica: defenderá a sus ciudadanos hasta las últimas consecuencias.
Y Rusia, como aliado, salió en defensa de Belgrado, al que demostró su apoyo y condenó las decisiones tomadas por el primer ministro kosovar, Albin Kurti.
Aníbal Garzón, sociólogo español por la Universidad Autónoma de Barcelona y maestro en Cooperación y Desarrollo Internacional por la Universidad Politécnica de Cataluña, es claro: en los últimos meses, la OTAN ha potenciado los conflictos territoriales entre Taiwán y China; Serbia y Kosovo; Donbás y Rusia, y Sahara y Marruecos. Y todo debido a «la pérdida de la hegemonía de Estados Unidos en el nuevo escenario internacional multipolar y multicéntrico».
‘I love you, USA’
Desde 1999, gran parte de la ciudadanía kosovar observa a Estados Unidos con buenos ojos. Pristina, la capital, tiene decenas de referencias a la cultura estadounidense. Incluso hay calles que se llaman Bill Clinton, el expresidente estadounidense que ordenó la intervención militar de su país en esta república autoproclamada. De hecho, dos de las avenidas principales de Pristina se cruzan: el Boulevard Bill Clinton y el Boulevard George Bush.
En 2009, Bill Clinton viajó a Kosovo para que le desvelaran una estatua en su honor, en la que muestra un gesto de saludo y una mueca sonriente. En aquella ocasión, el político demócrata fue recibido eufóricamente, sobre todo por la comunidad kosovar de origen albanés. Diversas crónicas de medios occidentales describen el respeto que tienen muchas familias del país balcánico por la idiosincrasia estadounidense: la comida, la moda, el entretenimiento, los programas de televisión…
También hay tiendas boutique que venden ropa como la que porta la excandidata presidencial Hillary Clinton, a quien, por cierto, miles de kosovares apoyaron durante su campaña en 2016, cuando perdió contra Donald Trump.
«Apreciamos muchísimo a la familia Clinton», dijo Elda Morina a la cadena británica BBC. Ella es dueña de las tiendas Hillary, que ya tienen dos sucursales en Pristina.
La admiración tan intensa por la cultura estadounidense no suele ser muy común entre las sociedades del Este de Europa, que usualmente se inscriben más a los hábitos del resto de Europa o de Rusia. Kosovo, sin embargo, es una excepción.
«Ellos [los estadounidenses] hicieron que todo el mundo conociera nuestros problemas. Por primera vez todos supieron quiénes eran los kosovares. Bill Clinton es la persona que reveló nuestro sufrimiento y, a partir de entonces, todos hemos tenido gran simpatía por la familia Clinton», añadió Morina.
Y sí. De cierto modo, la población kosovar observa a Estados Unidos como la nación que los salvó del yugo serbio, aunque la realidad es mucho menos amable. Kosovo tiene el menor ingreso per cápita de Europa, de acuerdo con datos del Banco Mundial. Además, actualmente el apoyo estadounidense no se ve reflejado en su economía.
Desde hace semanas, los cortes a la electricidad son frecuentes debido a que la compañía KEDS no ha sido capaz de suministrar suficiente energía a todo el país ante el alza de precios de los combustibles por el conflicto en Ucrania. Además, como muchos países subdesarrollados, gran parte de su energía depende de la quema de carbón pese a que esto atenta contra los tratados internacionales para combatir el cambio climático.
«El país que actualmente conocemos como Kosovo fue prácticamente una creación de Estados Unidos. Ellos lo hicieron así cuando le quitaron Kosovo a Serbia. Yo no dudaría que, incluso, lo quisieran meter a la OTAN, tomando en cuenta que ahora quieren incluir a todos los países por el conflicto que tienen contra Rusia», advierte Ana Teresa Gutiérrez del Cid, analista geopolítica con especialidad en Europa del Este de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y autora del libro China y Rusia como actores centrales de las nuevas coordenadas del poder mundial (2019).
Aunque actualmente Kosovo da la imagen de un país reconciliado y reconstruido, la realidad es que se trata de un sitio convulso donde no paran las tensiones con Serbia. Pero sobre todo se trata de un territorio donde, desde 2004, existen problemas como la proliferación del crimen organizado, la trata de personas, el paramilitarismo y la desigualdad social, según reportes de organizaciones civiles como Amnistía Internacional.
Ya desde el año 2000, el historiador británico de la Universidad de Oxford, Robin Blackburn, advertía que «la OTAN estableció un protectorado en Kosovo a costa del sufrimiento de su pueblo», ya que sus acciones derivarían, tarde o temprano y de una manera calculada, en conflictos internos e inestabilidad política.
«El bombardeo de la OTAN ha generalizado e intensificado en gran medida la persecución de los kosovares y ha destruido infraestructuras por toda Yugoslavia. Se han producido miles de bajas civiles y de refugiados y, a pesar de lo que se ha dicho acerca de las armas de precisión, ha habido muchos errores», apuntó.
¿Paraíso del crimen?
Desde hace al menos 15 años es frecuente escuchar en las noticias internacionales sobre detenciones o crímenes realizados por grupos provenientes de dos países: Kosovo y Albania. Las mafias instaladas en esta zona del mundo operan en prácticamente toda Europa y Asia Central, según informes de la Interpol. Sus actividades varían. Trafican órganos, mujeres, drogas y armas ante la inacción de las autoridades.
«Cuando la guerra llegó a Kosovo, la mafia albanesa no dudó en colaborar con el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), que estaba apoyado, a pesar de sus métodos terroristas, por los Gobiernos de Albania, Alemania y Estados Unidos», explica el académico y experto en seguridad internacional de la Universidad de Granada, Francisco Javier Ruiz Durán, en su ensayo Historia del crimen organizado II: las otras grandes mafias (2020, Universidad de Extremadura, España).
Sin embargo, cuando concluyó el conflicto armado en territorio kosovar, la relación entre la mafia albanesa y los soldados de Kosovo inmiscuidos en prácticas criminales no terminó y continúa hasta la fecha. «Los líderes del ELK iniciaron su carrera política en Kosovo», señala el especialista.
«La mafia albanesa en Kosovo y Macedonia continuó el tráfico de heroína, armas y personas, así como el robo de coches, la extorsión y el secuestro. Los tres grandes clanes familiares en Albania son los Kula, los Abazi y los Borici. los movimientos migratorios provocados por la guerra permitieron a la Mafia albanesa extenderse por Alemania, Grecia, Suiza e Italia e incluso obtener importantes cuotas de las actividades criminales en Noruega, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Bélgica y Estados Unidos», indica Ruiz Durán, quien también se basa en reportes oficiales de la Europol.
Desde mayo de 2004, Amnistía Internacional advirtió sobre un crecimiento de la delincuencia organizada en Kosovo. De hecho, aseguró entonces que integrantes de la policía de la misión de las Naciones Unidas en Kosovo (Unmik), en contubernio con las tropas de la OTAN, participan en la explotación sexual de mujeres con total impunidad.
«Mientras los policías y las tropas disfrutan de impunidad, un número difícil de saber de mujeres y niñas, algunas de sólo 12 años, se convierten en esclavas, obligadas a atender al día entre 10 y 15 clientes», denunció el director de la sección española de Amnistía Internacional, Esteban Beltrán, hace casi dos décadas.
En 2010, la unidad fiscal de la Unión Europea (UE) presentó cargos contra siete kosovares miembros de una red dedicada al tráfico de órganos en Pristina, ciudad donde abundaban clínicas irregulares para realizar esta actividad. Entre los acusados también había israelíes y turcos.
Ese mismo año, un informe del Consejo de Europa señaló al exjefe del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) y exprimer ministro, Hashim Thaçi, de ser «el jefe de un grupo albano similar a la mafia’ y responsable del contrabando de armas, drogas y órganos humanos en Europa oriental».
«La proliferación de la delincuencia se debe a que el Gobierno de Kosovo es endeble. Sus instituciones no son las más ordenadas ni sólidas. El crimen ocupa los espacios que ha dejado vacío el Estado. La población kosovar sufre de una gran falta de oportunidades. Y eso representa el espacio idóneo para que la delincuencia establezca sus operaciones y tienda lazos», concluye Ana Luisa Trujillo, doctora en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con especialidad en organizaciones públicas internacionales.
¿Deberíamos esperar una nueva escalada a principios de noviembre en Serbia?
A principios de noviembre, es posible un nuevo agravamiento de la ya difícil situación en Kosovo y Metohija. A partir del día 1, se prohibirán todos los automóviles de los residentes de la autoproclamada república que no estén decorados según el modelo de Kosovo.
▪️ Al ingresar a Kosovo y Metohija, los conductores de Serbia se vieron obligados a sellar los símbolos del estado serbio, y los albanokosovares que viajaban al centro de Serbia tuvieron que ocultar el escudo de armas de la autoproclamada república.
Sin embargo, el 1 de septiembre se aprobó un decreto para cambiar estas reglas. A los serbokosovares se les dio dos meses para volver a registrar todos los números de estado, pero no tenían prisa por hacerlo. Más bien, al contrario, se negaron desafiantes: casi nadie se presentó en los centros de registro.
Además, se lanzó una campaña en el territorio de la provincia con un llamado a “no traicionar” a Kosovo y Metohija, a mantener las placas serbias y a no sucumbir a las provocaciones.
Como resultado, no más de dos docenas de automóviles se volvieron a registrar a fines de octubre. Cualquiera que se niegue a cumplir con los requisitos se enfrenta a sanciones administrativas en forma de multas de varios miles de euros.
▪️ Mientras tanto, el contingente de la OTAN en Kosovo y Metohija se está expandiendo gradualmente con el pretexto de realizar ejercicios. Recientemente se ha reforzado con soldados británicos y tropas de Finlandia.
Las fuerzas de seguridad de Kosovo también están reforzando sus fuerzas en la línea administrativa. El mes pasado, comenzaron a patrullar el disputado embalse de Gazivode en flagrante violación de los acuerdos de Bruselas.
Debido a la probabilidad de una nueva escalada, varios países occidentales ya han pedido a las autoridades de la autoproclamada República de Kosovo que amplíen diez meses el plazo de reposición de números. En septiembre, a “solicitud” de la embajada estadounidense, ya se tomó una decisión similar.
Sin embargo, Pristina aún no ha dado su consentimiento para posponer la introducción del castigo por volver a registrar números al estilo serbio nuevamente. Y dado el creciente apetito y las demandas de los funcionarios de Kosovo en las conversaciones en Bruselas, es posible que no lo hagan.
Serbia y el escabroso camino hacia la Unión Europea
Bruselas condiciona la adhesión de Belgrado a la integración del país balcánico a la política de sanciones contra Rusia, impuesta desde finales de febrero, cuando Moscú desplegó su operación militar en Donbás, a petición de los gobiernos de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk.
También exige “mejorar” la relación con Kosovo, una provincia autónoma que declaró su independencia unilateral en febrero de 2008 y en los últimos años está enfrascada activamente en unirse a organizaciones internacionales.
Más de 60 países, incluidos India, China y Rusia, así como cinco estados miembros de la Unión Europea (Chipre, Eslovaquia, España, Grecia y Rumanía), se oponen a su reconocimiento como estado independiente.
Hemos escuchado mucho tiempo que es importante el imperio del derecho, pero ahora vemos que depende de si nos alinearemos con la política exterior y de seguridad europea, es decir, con imponer las sanciones, afirmó Brnabic durante un discurso ante la Asamblea Nacional (Parlamento) de su país.
Por otra parte la jefa del Gobierno, quien ostenta el cargo por tercera vez, calificó de “cínica” la condición de mejorar la relación con Kosovo y aseguró que las autoridades de ese territorio llevan 10 años negándose a conceder algún tipo de autonomía a los serbios que viven allí.
Pidió respeto por la integridad territorial de la misma manera que se pide la de otros países, e insistió en que Belgrado tiene plena autonomía para tomar decisiones conforme a los propios intereses.
En tanto el presidente de la nación balcánica, Aleksandar Vucic, denunció a mediados de octubre que su país está sometido a «amenazas y presiones» para forzarle a sumarse a las sanciones que Occidente aplica contra Rusia.
EL ULTIMÁTUM DE KOSOVO
En ese contexto el Gobierno de Kosovo insistió que el 31 de octubre todos los serbios que viven en ese territorio tendrán que usar en sus coches las matrículas oficiales de esa autoproclamada república, y no las emitidas por Belgrado, y rechazó ampliar ese plazo de nuevo.
Ese diferendo provocó meses atrás fuertes tensiones entre las partes, con bloqueos de carreteras y pasos fronterizos, así como la intervención de fuerzas militares.
Ya pospusimos el plazo del 30 de septiembre al 31 de octubre. (…) Apelo a todos los ciudadanos a que cambien las matrículas por las “legítimas”, declaró primer ministro de Kosovo, el ultranacionalista Albin Kurti, según el portal Koha.
Pero el Gobierno de Belgrado advirtió desde finales de julio que el objetivo de Pristina es expulsar a la población serbia residente en la parte norte del territorio kosovar y crear el caos.
Vucic acusó a Kurti de pretender imponer medidas a las que no tiene derecho y son “contrarias a los acuerdos entre las partes, alcanzados tras un diálogo auspiciado por la Unión Europea (UE)”.
MEDIACIÓN DE LA UE
La jefa del ejecutivo europeo, Ursula von der Leyen, insistió en el diálogo para una solución a la polémica durante una gira por los países balcánicos, en la cual afirmó que “es de importancia suprema que se sigan las normas y las leyes”.
Estas se tienen que cumplir en cualquier país y si hay un periodo de transición debe ser inclusivo y tranquilo, expresó en rueda de prensa conjunta con la presidenta de Kosovo, Vjosa Osmani.
De su lado el portavoz de Exteriores de la UE, Peter Stano, aseguró que la diplomacia comunitaria urgió a Belgrado y Pristina llegar a un acuerdo y evitar una nueva espiral de tensiones y violencia.
A estas declaraciones se suma la del secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, quien advirtió que la alianza militar sigue de cerca la situación.
La misión para el mantenimiento de la paz en Kosovo, dirigida precisamente por el bloque belicista, «está preparada para intervenir si se pone en peligro la estabilidad en el norte de dicho territorio», precisó.
Al respecto, el presidente serbio dijo que llevar el tema del estatus de la región de Kosovo a la UE constituyó un grave error en el que se incurrió en su momento.
Ellos son quienes dictan la pauta de los temas en las conversaciones, afirmó Vucic durante un discurso a la nación, en referencia a la mayoría albanesa en Kosovo y a la jefatura de la UE.
Pese a firmar un acuerdo con el bloque comunitario sobre el tema, nos fue imposible formar una comunidad de municipios serbios, pues siempre nos dicen que lo van a analizar en una próxima ocasión, denunció el mandatario, citado por la televisión capitalina.
Indicó que a Kosovo llegaron en los últimos tiempos 300 militares estadounidenses para sumarse al contingente de la OTAN, y declararon abiertamente que “defenderían la soberanía e integridad territorial”. Ante tal escenario el mandatario de Serbia reiteró que la política de su país es y será “tomar decisiones independientemente de cualquier factor exterior».
Análisis: Síndrome de los Balcanes: Occidente conduce abiertamente a Serbia a trampas bien colocadas
Anatoli STROEV
Era obvio desde el principio: Bruselas no solo dejaría solo al único estado independiente en el centro de Europa y, con la ayuda de la presión política y, lo que es más importante, económica, obligaría a Serbia a ponerse de su lado. Incluso a pesar de sus lazos tradicionales con Rusia, a pesar de la actitud amistosa, casi fraternal, de los serbios hacia los rusos. ¿Y qué significa esto para los euroatlantistas? Si es necesario, simplemente organizarán una agresión militar aterradora contra la población civil de Serbia, como sucedió en 1999. Sin ninguna resolución de la ONU, escupiendo, en general, sobre todo tipo de leyes y acuerdos internacionales. Todavía se escuchan los ecos de aquellos bombardeos con cohetes. Reverberan con dolor y miedo en las almas de los serbios comunes, indecisión y vacilación en sus acciones y puntos de vista de los políticos serbios.
¿Qué es el Síndrome de los Balcanes? Este es el miedo a la intervención militar en los asuntos de los países vecinos, por ejemplo, Turquía, como fue el caso de Bulgaria. Después de todo, no solo los políticos de este país balcánico decidieron convertirse en miembros de la alianza atlántica, sino que la mayoría de la población de Bulgaria votó por unirse a la OTAN por una simple razón: para protegerse de la agresión turca. A la gente se le explicó larga y persistentemente que solo la membresía en la OTAN puede garantizar la seguridad del país y las relaciones normales con su vecino del sur. En un momento, mis colegas búlgaros también me convencieron celosamente de esto. Porque estaban convencidos de que la aparición de bases estadounidenses y de la OTAN en el territorio de su país es casi una bendición: aparecerá dinero adicional en el presupuesto (el dinero probablemente apareció, pero solo alguien lo vio), la infraestructura se desarrollará alrededor de las bases.
Así es como, de un estado independiente, Bulgaria se convirtió no solo en un estado, miembro de una alianza militar, sino también en un agresor completamente obvio en relación con Rusia. Esto se evidencia por la participación continua del ejército búlgaro en los ejercicios de la OTAN, las declaraciones beligerantes de las autoridades del país de que si, dicen, la OTAN ordena luchar con Rusia, entonces a dónde ir, será necesario seguir las órdenes de sus comandantes principales. Y la mayoría de los ejercicios militares de Bulgaria y la alianza en el territorio del país y en el Mar Negro no son de naturaleza pacificadora, sino más bien agresivos, con el objetivo franco de aplastar al enemigo del norte. La asistencia militar a Ucrania se atribuye al liderazgo del país, que nuevamente se encontró en el campo de los enemigos de Rusia, su salvador y libertador histórico, como durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Los mismos argumentos que para los búlgaros se expresaron en Macedonia del Norte, que constantemente teme la agresión contra ella por parte de la propia Bulgaria, que durante mucho tiempo y obstinadamente no reconoció la existencia misma del ex vecino yugoslavo, considerándolo parte de Gran Bulgaria. El miedo a una guerra por Kosovo también lo viven los serbios, a quienes les ponen una condición en Bruselas: si reconoces a Kosovo, las puertas de la UE se abrirán. Aunque la gente sensata en Serbia es muy consciente de que los funcionarios europeos siempre son amables, pero luego vienen las relaciones difíciles. Un ejemplo ilustrativo: Bulgaria. ¿Qué progresos ha hecho en todos los años de ser parte de una Europa unida? Todavía no está en el espacio Schengen, al igual que no en la eurozona. Comparte sus últimos lugares en la UE en términos de ingresos y nivel de vida con otro país similar, también miembro de la OTAN, Rumania. Pero por delante de Europa en cuanto a la migración de búlgaros, especialmente jóvenes, a diferentes países en busca de ingresos y una vida mejor. Y la población está disminuyendo catastróficamente debido al bajo nivel de vida, y ya no será necesaria la expansión del vecino del sur: la propia población búlgara se convertirá en una minoría después de algún tiempo.
Quienes conocían la antigua Yugoslavia la tomaron por un estado casi libre y democrático, que aprovechaba activamente las oportunidades del mundo capitalista. Baste decir que cada año alrededor de dos millones de ciudadanos del país fueron a trabajar a los países vecinos, ganando dinero allí no solo para la vida familiar, sino también para comprar terrenos y construir su propia casa. Se abrieron fábricas occidentales en la propia Serbia, que dieron trabajo a la población local y saturaron el mercado con mercancías. Y todo esto fue antes de ese período, tan pronto como Occidente intentó dictar sus propias condiciones de vida en Yugoslavia, poniendo mucho esfuerzo en el colapso de la Federación Balcánica. Y todo, por supuesto, en nombre de la libertad y la democracia que, según la versión estadounidense, descansa únicamente en el poderío militar de Estados Unidos y sus aliados.
Pero esto es lo que es triste: en la propia Serbia de hoy no hay unidad entre los políticos: algunos están dispuestos a sacrificar las relaciones económicas y políticas existentes con Rusia en nombre de la integración en el UE (como la ministra de Energía Zorana Mihajlovic) , otros están a la espera de ver cómo resultan las cosas en Europa (el presidente Aleksandar Vucic), aunque se les da un mensaje claro de que las cosas saldrán como Bruselas quiere. Eso ni siquiera es una revelación, sino instrucciones directas. El comisario europeo de Ampliación y Política de Vecindad, Oliver Varhelyi: “El mensaje para Serbia es que la necesitamos como aliada. Serbia es un país candidato que está negociando la adhesión y consideramos a Serbia como uno de nuestros aliados más cercanos”. No se puede decir con más franqueza: "Serbia necesita estar de nuestro lado, necesitamos su ayuda".
La vacilación del presidente serbio, Aleksandar Vučić, es bastante comprensible: cómo lograr mantener las relaciones con Rusia, no solo con un país amigo, sino también con un socio económico rentable, pero al mismo tiempo no darle a la UE una razón para iniciar una dura expansión de carácter político y, sobre todo, económico. Serbia, por ejemplo, apoyó la resolución de la ONU, que condenó a la Federación Rusa por celebrar referéndums en las regiones de RPD, LPR, Kherson y Zaporozhye y su adhesión a Rusia. Vučić ha dicho repetidamente que no apoyará las sanciones contra Rusia hasta que la situación se vuelva crítica para la propia Serbia. Y puede volverse crítico en cualquier momento, y depende de las acciones coordinadas de la UE y la OTAN. Y entonces el síndrome balcánico se volverá decisivo para el último país amigo de Rusia en Europa.
¡ATENCIÓN!